Un sueco y un camión de butano
- Berta
- 26 feb 2018
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RELATO

āA ver seƱorĆa, se lo he dicho un millón de veces: QUE NO ME ACUERDOā. Me rĆo, pero a nadie mĆ”s le parece divertido, serĆ© inmaduro. Resoplos de desespero inhundan la sala, llevamos una hora de juicio y seguimos sin nada. A mi me da igual, porque yo estoy aquĆ por obligación. Bueno, supongo que todos, pero quiero decir, que yo no es que tenga responsabilidades ni nada, es que me toca. Lo cual es una responsabilidad, sĆ, pero no de las de hijos y estas cosas. Eso sĆ es gordo.
Bueno el caso es que, yo que querĆ©is que os diga, que tampoco me parece un drama. Este hombre se lo pasó mejor de lo que nos lo hemos pasado toda la sala junta en nuestra vida. Y evidentemente, pues no se acuerda de nada. Y si se acordara, pues no lo contarĆa. Yo creo que forma parte de su intimidad, Āæno? AdemĆ”s, a ver quiĆ©n se atreve a explicarles quĆ© es una noche loca a todos estos vejestorios, si es que los suecos no son tontos, se han pasado la vida montando armarios EXPEDIT.
Pero yo sĆ lo puedo explicar, y no hay que tener muchas luces para esto. El caso es que a este hombre y a su buen amigo sueco les dio por probar la juerga en Barcelona. Y si tu eres sueco, pues ves a Barcelona bien, grande, Āæno? Y para poder verla toda en un dĆa, que es medio, porque es una noche, pues no te da tiempo Āæno? Te faltarĆ” energĆa, digo yo, y horas, y dinero. O, eres un prodigio, y decides juntar todas las noches en una. AsĆ, sin mĆ”s.
Al tema, segĆŗn mis referencias el dĆŗo dinamita se juntó a las diez de la noche, se bajaron unas copas tontas, y entre wiskey y wiskey, unos fuman tabaco y otros esnifan unas rayas de coca. El tĆo habĆa sido traficante, de los que les pillan, sĆ, pero uno no olvida estas cosas en la cĆ”rcel. AsĆ que no les fue dĆficil tirar de contactos y conseguir una buena cantidad, ni difĆcil les fue pagarla. Y de bar en bar fueron tomando, empalmando copas y calentando motores, y encendiendo a camareros. Que les fueron echando de cada local. Hasta que de calentar, calentar, ya estaban muy arriba. Y claro, las chicas, de el tĆpico borracho, por guapo que sea, se apartan. Y eso que son ricos, pero muy a su decepción tampoco sirve, ni en EspaƱa. AsĆ que nada, querĆan mĆ”s. Y se fueron a un puticlub, o a varios. No, no lo defiendo. Pero yo que sĆ©, si existen es por algo. Y por ese algo fueron. Y el fuego surgió, bastante surgĆo, sĆ. Y eh ahĆ el kid de la questión. Su amigo loco, pero no tanto, se encandiló de una de las prostitutas. Le gustó, se la llevó a su hotel. Pero nuestro sueco nĆŗmero 1 estaba demasiado arriba para jugarla toda a una. Barcelona es grande y Ć©l es un explorador nato. AsĆ que se fue, y a falta de amigos, invitó a todos a una ronda, que fueron 5. CreyĆ©ndose el el rey fue conquistando bares y ganando batallitas, hasta que el mar le llamó. SerĆ” romĆ”ntico, querĆa ver la salida del sol y demĆ”s. Y si algo sĆ©, es que si a un sueco se le mete una idea en la cabeza, la consigue. AsĆ se fue el hombre, que ya no era muy persona, a tocar el mar. Y dirĆ©is que no lo logró, que lo del camión de butano le complicó su cruzada. Pero no es asĆ. ĀæQuĆ© os he dicho de los suecos? Pues eso. Que se fue andando, a un buen ritmo, a tocar el agua. Llegó a la playa, se hizo una cervecita de esas de un euro acompaƱado de un chico local, y le dio por volverse a su hotel. Y de ahĆ lo de el butano, los tiros, y todo este follón. Pero claro, ahora el pobre sueco no se acuerda de nada.
Y si os preguntĆ”is por quĆ© un simple policĆa en prĆ”cticas sabe todo esto, os dirĆ© que me podĆ©is encontrar cada domingo pasando la resaca con una cervecita y los pies en el mar.
